Fútbol hasta en la sopa, gracias a Dios

Por Carola Chávez

Aprovecho un ratico entre los juegos de la primera fase del mundial para sentarme a escribir mi artículo de esta semana. Trato de concentrarme pero mi cabeza todavía baila al son del gol de Palermo con la selección Argentina. No es fácil dejar a un lado la pachanga de este pedacito de victoria y menos cuando festejo con Dios, quien prometió, en caso de ganar la copa, celebrar en pelotas en pleno centro de Buenos Aires ¡Dios en pelotas! Yo quiero ver eso.

Ya sé que la FIFA es una multinacional, ya sé que probablemente el Che no pasó horas y horas sentado viendo el fútbol, ya sé que aupar a Argentina me convierte en una especie de sietecueros sin patria, ya sé todo eso pero yo me entregué hace tiempo. Yo me cansé de racionalizar todo, me cansé de que me digan qué cosas son o no revolucionarias, sobre todo me cansé de que traten de convencerme que la alegría, la celebración, el acercamiento que vivimos durante el mundial me distrae de lo verdaderamente importante, como si no se pudiera caminar y comer chicle a la vez.

Caminando y comiendo chicle está Fidel que no ha dejado de mencionar al Dios y a su arcángel Messi en sus reflexiones, caminando y comiendo chicle mi presi cancela el Aló Presidente para que nadie se pierda un partido, caminando y comiendo chicle recordamos que Maradona siempre fue la piedra en el zapato de la FIFA, Pelusa que se les metió en el ojo, Dios que se ha convertido en la peor pesadilla del establishment futbolero, recurrente pesadilla ahora con un tatuaje del Che en el brazo. ¡Con ese brazo lo quiero ver levantar la copa!

Mal ejemplo, dicen los inmaculados apóstoles de la hipocresía, drogadicto, cocainómano… Mal ejemplo dicen porque su aversión a la verdad no les permite admitir públicamente que lo que les horroriza del Pibe es el Che en el brazo, el reconocimiento de Fidel, la cercanía con Chávez, su eterna indisposición para tragarse las reglas que hacen los fuertes, los abusadores, su bocota que no deja de decir lo que piensa y su cabecita negra que no deja de pensar.

La calidad humana de Maradona desnuda la mezquindad de quienes convierten todo en negocio con una selección que juega al fútbol por jugar al fútbol, amigos que se juntan en un patio, grandísimo y muy televisado, sí, pero para ellos un patio, a hacer lo que más les gusta, lo que mas nos gusta verlos hacer.

Mientras, los medios sueñan con informar el fracaso de Dios como si fuera posible que Dios fracasara. Porque no entienden la grandeza de lo que hace Diego, no entienden que ya venció devolviendo la magia infantil del juego a las canchas del mundial.

¡Y que la sigan chupando! -Palabra de Dios.

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