Esqueceram o inimigo!

Por Ricardo Salgado, para Desacato.

Las cosas en Latinoamérica se ven raras en estos días; el imperio contraataca con fuerza en varios lugares del continente, mientras nosotros volcamos nuestro interés en otras cosas a las que les prestamos suprema atención. Dicen que Humala en el Perú ha perdido la ventaja, y que el fujimorismo puede regresar; en el Ecuador el pueblo fue a las urnas pero no se dice mucho de eso; los gringos presionan a todos los países de la región para reincorporar a Honduras sin que el régimen de este país se comprometa a nada con las víctimas del golpe de Estado. La amenaza cierta crece sobre los países del ALBA, y de UNASUR; se levantan nuevas campañas contra Cuba, muchos más eventos, ninguno ocupa muchas líneas en nuestros medios alternativos.

La cosa está delicada, expresar cualquier opinión puede despertar muchas reacciones virulentas. Mejor mantenerse leyendo las acusaciones contra Chávez, contra Zelaya que ahora han perdido el favor de los que escriben; sus ideas valen menos. Los comentarios sobre la deportación de Pérez Becerra o la mediación para solucionar la crisis en Honduras tienen un actor en común; la Colombia de Santos. Esa Colombia que ahora exporta su modelo de violencia a otros países, ya está en Honduras y los gringos amenazan con implantarlo en México en el corto plazo. El factor “Colombia” no es casual, hay una inversión de sesenta años, que ahora arroja frutos para las oligarquías latinoamericanas que buscan una alternativa para renovar la condena de los pueblos del continente.

Hasta ahora, los airados reclamos contra Chávez son más abundantes, de lejos, que la campaña contra el actor directo de la violación a los derechos humanos de Pérez Becerra; la mediación es vista como un acto que va desde la estupidez mayúscula del presidente venezolano y de Manuel Zelaya, hasta la visión traidora de estos dos personajes, a quienes ahora vemos como “caudillos”, “caciques” y hasta contrarrevolucionarios. La gran culpa es su presunta debilidad por hablar con Santos, ex ministro de defensa de Uribe, y actor principal del bombardeo a suelo ecuatoriano. Parece que tenemos bastante en que estar ocupados como para entendernos de las movidas del imperio en todas partes.

Ahora resulta que en Venezuela no hay revolución; es un proceso reformista. En Honduras, el villano negocia contra la voluntad del pueblo, que no quiere verse cara a cara con su enemigo. Muchos de los conceptos que manejamos por años afloran de nuevo, y nos ponen de nuevo en el mismo rincón de siempre, confundiendo principios con dogmas, y moral con sectarismo. De repente somos los más puros y los únicos representantes del pueblo. Algunos hasta recurren a trilladas acusaciones como “revolucionario de cafetín”, o “pequeño burgués disfrazado”, para acusar a quienes no compartimos este error en el que estamos cayendo. Nos acordamos de la lucha de clases, sin entendernos a nosotros mismos como corresponsables de la situación en nuestros Estados.

Aprendimos muy bien a ser oposición férrea contra “cualquier cosa” que estuviera al frente del Estado, pero no hemos sido muy buenos entendiendo el contexto, y los asuntos políticos asociados con el manejo de una nación, o con la búsqueda del poder. Nuestra confusión nos lleva a pasar por alto que el enemigo introduce “activas” permanentemente, esperando que estas jueguen un papel desequilibrante entre nosotros. No hay nada mejor que enfrentarnos desunidos; partidos entre “izquierda lite” o “revolucionarios de corazón”; entre los “escritorcillos pequeño burgueses” y “los combatientes genuinos formados en la calle”. Para que ocupamos saber, si estamos entre las bases, aunque no les transmitamos a estas nada que puedan usar contra su enemigo natural.

En estas circunstancias podemos ya ver, sin dificultades, quien ha ganado con los casos sonados que mencionamos en párrafos anteriores. Es bueno hacer una ronda de reflexiones alrededor de lo que está en juego, para ver qué es lo que se está jugando; y analizar con responsabilidad cuales son las posibles consecuencias de una profundización de las crisis internas de carácter político que se han producido, sin caer en las respuestas a “la Carta”, llenas de especulaciones y falacias; si queremos llegar a algún lado debemos ser muy objetivos, y despojarnos de prejuicios, y posiciones arbitrarias.

Para comenzar, todo este proceso esta finamente interconectado; debo aclarar que no soy venezolano, pero he podido leer por varios años todo lo que puedo sobre la experiencia que están viviendo, incluyendo autocriticas muy fuertes de gente de alto nivel como Roy Chaderton o José Vicente Rangel, que han servido para marcar muchas de las carencias o los defectos que se van produciendo en la práctica y que deben corregirse para poder allanar el camino que lleva a resultados concretos para los pueblos. Conozco la situación en Honduras, pero estoy seguro que no tengo acceso a toda la información relacionada con los hechos. Por eso, trataré de apegarme al método dialectico más que a juicios inductivos.

 

La situación creada internacionalmente contra Chávez no dejará intacta la situación de la izquierda latinoamericana en relación a las actividades del imperio; nuestro anti imperialismo en lugar de tener una estructura granítica, puede fraccionarse a conveniencia de los sectores que lo aborden; esto es sensible si se recuerda que tenemos elecciones en Venezuela en unos meses, y que la derecha puede fortalecerse  mucho de escisiones y disputas ideológicas, que pueden marcar brechas fatales para todo el continente. Vemos que lo que está en juego no es poca cosa.

En el trato con Santos tenemos muchas cosas que ver con talento y pensamiento crítico. Para comenzar, el hecho de que represente a la ultraderecha del continente y al imperio, no lo hace invisible, ni anula el hecho de su existencia. Vemos como, en la medida que se fortalece su relación imperial, aumentan los riesgos para nosotros. Una derrota de Humala el 5 de junio podría generar un eje político radical, mucho más fuerte que él que puede Colombia ahora hacer con su vecina Panamá o con el casi fallido estado mexicano. Una situación permanente de enfrentamiento nos desgasta más a nosotros, lo que al final debilita a nuestros pueblos. Estratégicamente debemos ser actores del desarrollo coyuntural del continente.

La seguridad de las fronteras físicas y políticas del ALBA y de UNASUR dependen mucho de la forma en que se relacionen sus países miembros con sus vecinos tirados a la ultraderecha, echados en los brazos del imperio. De este modo, participar en la mediación para solventar el asunto hondureño, no es una cuestión de decisión para Venezuela, sino un asunto de seguridad para todos los países de la región. Es incuestionable que los gringos han hecho miles de esfuerzos para evitar que el golpe sea revertido, aunque sea moralmente, pues Honduras es su bastión para avanzar en su agresión hacia Latinoamérica; ahora mismo juegan a precipitar a la OEA a reincorporar a este país sin concesión alguna.  Lógicamente, las opciones que tenemos son presentarnos al desafío o ser espectadores de lo que ellos hacen.

Esta es y ha sido una preocupación compartida por varios líderes, incluyendo a Manuel Zelaya, a quien se ha querido pintar como un actor “involuntario” en todo este asunto, y a quien la propaganda orquestada por los gringos trata de hacer ver como un segundón en la crisis, cuando en realidad ha sido su protagonista todo el tiempo. Mucho se habla de los fallos emitidos por la corte de apelaciones, sobre los casos políticos contra Zelaya; se ha enfatizado en que se trata de una trampa, a la que tanto Chávez como Zelaya acceden inocentemente. Todos estamos claros que los fallos no terminan los casos, pero si Zelaya decide regresar a correr ese riesgo a cambio de generar condiciones mínimas para que se alcancen otras metas, no lo deberíamos ver de forma antojadiza.

Hay que tener mucho cuidado en terminar hablando el mismo lenguaje, y enviando el mismo mensaje que nuestros enemigos naturales. Seguramente hay muchas cosas que deben ventilarse sobre los casos de los que hemos hablado; existen cosas que otros hubiéramos hecho de forma diferente, e incluso faltan muchas respuestas que quisiéramos escuchar. Sin embargo, las cosas deben suceder en el momento propicio. A veces pienso en los 5 héroes anti terroristas cubanos, presos en Estados Unidos. Si nosotros nos hubiésemos encontrado con ellos veinte años atrás, los habríamos acusado de gusanos; ellos cumplían una misión fundamental para todo el pueblo y su revolución; hay ciertas cosas que no son necesariamente lo que quisiéramos pero tampoco lo que parecen.

De acuerdo con que hay que pelear por la libertad de Pérez Becerra, esa lucha es de todos los pueblos, pero no es contra la revolución bolivariana, es  contra el imperio y sus lacayos. Igual la cuestión en Honduras debe dirigirse a favor del pueblo, pero la construcción no es contra Zelaya, ni contra Juan Barahona, es contra el enemigo de clase, contra el que tendremos que seguir luchando, y con el que tendremos que encontrar caminos de comunicación.

En este caso deberíamos ser capaces de ver la importancia que tiene la lucha constante en la acumulación cuantitativa; es cierto que no derrotaremos la infamia del golpe de Estado, pero si estamos avanzando en una realidad que luce diferente para todos los países, incluso para el indefenso pueblo hondureño. Al final, la configuración política de los pueblos latinoamericanos es hoy diferente a la que tenían hace 15 años, y sigue cambiando; la Venezuela de hoy, con defectos incontables, es más del pueblo venezolano que hace 15 años, y en ese proceso se va empoderando el pueblo de su historia; lo mismo sucede en Honduras, vamos a ir a la constituyente pase lo que pase, depende de nosotros mismos, ahora vamos paso a paso, entendiendo que nuestra ruta no es lineal, menos aún unidireccional.

Reflexionemos mucho sobre lo que hace el imperio, consolidemos nuestro camino y la integración de nuestros pueblos.

13/mayo/2011

 

Imagem: cancilleria.gov.co

 

 

 

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