Esperanza até o final

Foto por José Ramón LadraPor Jesús M. Santos.

Hace un par de meses estuve con la protagonista de una de las historias de más impacto que me ha sido dado conocer en mi carrera de periodista. Se trata de Esperanza Pérez Labrador, una mujer de 89 años que fue cedida por su padre a una familia cuando tenía solo 15 días, recuperada por el progenitor que se había desentendido de ella ocho años más tarde y trasladada a España desde su Cuba natal. Aquí vivió la guerra y la postguerra. Se casó muy joven y pasó penalidades de todo tipo para sacar a su familia adelante. Un día, cogieron el petate y se fueron a Argentina. Allí, trabajando a destajo, consiguieron ahorrar para poner un pequeño negocio. El mayor de sus hijos varones murió en un accidente laboral y poco después la dictadura de Videla hizo que desapareciera su hijo pequeño y días más tarde mató a su esposo, otro hijo y la nuera. Durante más de 30 años, Esperanza, con la compañía inseparable de la única hija que le quedaba, peleó por localizar al más pequeño de sus hijos, cuya muerte nunca fue reconocida por los militares argentinos.

Jesús M. Santos, el autor del libro Esperanza (Roca Editorial), el relato casi inverosímil de la vida de esta mujer, me contó el pasado 15 de septiembre, cuando estuve con ambos en Madrid, que ella iba a someterse a una operación de corazón no demasiado complicada en unas semanas. Él estaba más preocupado que ella, sobre todo por la edad. Esperanza, en cambio, parecía feliz. Quería operarse porque confiaba en que eso la ayudaría a vivir unos años más para ver crecer a sus nietos.

No ha sido posible. Esperanza Pérez Labrador murió hace unas horas sin haber llegado a salir del hospital madrileño donde fue intervenida.

Creo que recordaré siempre su sonrisa. Había sufrido como pocos pero manteniendo en todo momento la dignidad. Esperanza no se arrugó ante la dictadura ni ante la muerte. Hizo frente a un catálogo de adversidades que parece imposible de asimilar para una sola persona y aún decía, con los ojos húmedos pero sonriendo, que había sido muy feliz. No hay ni ha habido muchas personas como ella. Ni siquiera en los panteones donde reposan los héroes.

Fuente: http://blogs.elcorreo.com/divergencias/2011/11/14/esperanza-hasta-el-final/

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