Demolindo televisores


Por Julio Rudman.

José Pablo Feinmann, ese notable filósofo argentino, me sugirió no utilizar términos bélicos en mis mensajes. Trinchera, derrota, batalla, enemigo, en fin, ponga usted los que quiera. Le prometí, vía email, tratar de seguir su consejo.
Este textículo será, entonces, una prueba de fuego (es más fuerte que yo, maestro) en ese sentido.
Es que, desde que se sancionó la Ley de Servicios Audiovisuales, ando tentado de escribirle al INADI para denunciar un caso de discriminación por omisión. Digo que si aquella vino a democratizar el audio y las imágenes que producimos y recibimos, por qué no sucedía otro tanto con la palabra escrita. Una vez más, la presi me leyó el pensamiento. Se puso a darnos cátedra y, en lugar de proceder manu militari e intervenir el monopolio del papel, va a hacer laburar a jueces y a los honorables legisladores que supimos conseguir.
Los monopoly boys pusieron en marcha todo su arsenal (uy, se me chispoteó). Solicitaron publicar una solícita solicitada en sus megadiarios. Y como los pasquines son de ellos (y las vaquitas también, Don Ata, las vaquitas también) y la propiedad privada es más sagrada que la madre que los parió, la solicitada  del tío Isidorito fue publicada hasta en la sopa. Allí, el despechado ex hermano de David jura y rejura que la transacción fue con música de Ravel y masas secas, champagne francés y besos en las mejillas, mientras los faisanes se doraban a la parrilla, bajo un sol resplandeciente.
No se sabe si el tío la escribió él o fue debidamente asesorado por bogas empresariales, pero tal vez, ahora que lo pienso, no sea su culpa. Supongamos que la escribió en idisch y que, como corresponde, el traductor lo traicionó (es ya un lugar común: tradutore traditore). Digo esto porque hoy el diario Tiempo Argentino publica un extenso reportaje al mencionado tío, de los periodistas Alonso y Ottaviani, hecho en junio pasado, en el que Isidoro lanza fuego a discreción (mala mía, José Pablo) contra los genocidas autóctonos. Y, cabe agregar, no resulta probable que Alonso y Ottaviani, con esos apellidos, sepan el idioma de los judíos europeos.
La solicitada (¿cómo se dirá en idisch?) fue replicada en los canales y radios del grupete, apenas 250, hasta la náusea. Agréguele la SIP, la UIA, la AEA, la Sociedad Rural, la Carrió (que no se saca el casco del odio ni en Punta del Este. ¡Relájese un poco, señora, que le va a hacer mal!), los diputaditos, senadoritos y empleaditos ad hoc, y tendrá una explicación aproximada del por qué del título de este engendro, malgré Feinmann.
Eso si, por vía pacífica, legal.

Imagem: Cristina Carrió tomada do sítio: laverguenzademifamilia.blogspot.com

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