Acomodando a bunda no sofá “a duas velocidades”

Presidente de Uruguat Tabaré Vázquez
Presidente de Uruguat Tabaré Vázquez

Por Fernando Moyano.*

Walter Cancela, embajador uruguayo ante la Unión Europea, dijo el lunes 1º que el Mercosur no se ha planteado un acuerdo “a dos velocidades” con la UE (o sea dejando de lado a Argentina por dos años) sino “de los cuatro socios, porque la UE tiene mandato para negociar con el Mercosur, no por separado”. Al día siguiente se anunció que se lo removía de su cargo, porque sus dichos habían molestado al presidente Tabaré Vázquez, el mismo al que no molestaron los insultos del ministro de Defensa a los organismos de Derechos Humanos.

“La política exterior la fija el presidente” dijo el canciller de la República, y agregó que buscarían rápidamente un sustituto porque las negociaciones empiezan ya. “Si Argentina decide no participar el resto del bloque seguirá para adelante”, dijo hace unos días el ministro de Economía, y que eso se acordó con Dilma Rousseff en la reciente visita de Tabaré a Brasilia. (Decide la política internacional de Brasil, también).

Veinticuatro horas después, los mismos jerarcas dicen que no revocaron a Cancela, solamente lo “observaron”. Al mismo tiempo, el ex presidente José Mujica dice que la solución para América Latina no vendrá del comercio con Europa, que está en “situación compleja, llena de incertidumbres…”

Para entender algo, vamos al problema de fondo.

La debilidad relativa congénita de nuestra clase dominante la hace pegarse al poder imperial de turno. Desde la burguesía colonial incipiente de Montevideo “la muy fiel y reconquistadora”, que en 1806 va a recuperar para la corona española la Buenos Aires invadida. O la “independencia” de Uruguay en 1825-28, de espaldas al proyecto federal artiguista, por decisión de Su Majestad Británica. Y la infame Triple Alianza de 1865 para invadir y destrozar Paraguay acabando con su resistencia a la penetración imperialista. De regalo, esa guerra nos dejó el ejército uruguayo que se formó con un rejunte de mercenarios, y esa condición se prolonga hasta las “misiones de paz” de hoy.

Nuestra única redención posible es la integración latinoamericana. “Uruguay no puede seguir su marcha por los carriles del Uruguay solo. Los del Uruguay insular. El Uruguay que está muerto. No tiene posibilidades de un desarrollo autónomo… ese camino está condenado a la frustración… Uruguay no puede por sí solo adquirir su independencia”. Decía Carlos Quijano, fundador y director de Marcha.

Pero ¿cuál integración? “La integración de los desarrollistas no es la nuestra” agrega Quijano. El capitalismo periférico dependiente define una competencia especial entre las burguesías coloniales de la región, una pugna por un mejor lugar de vasallaje en la estructura colonial. El espacio que gane una lo pierde la otra, y esa competencia servil las degrada a todas en beneficio del centro imperial.

La zanahoria es buscar un desarrollo por vía capitalista para “alcanzar al Primer Mundo” en unos treinta años, aprovechando las posibles oportunidades en el comercio mundial (ahora lo llaman “país inteligente”). Esa integración sería coordinar las ofertas para ese mercado, y aceptar por igual los capitales y los productos externos. Pero sin integración productiva, siempre tiene el límite de la competencia por llegar a los mismos objetivos por vías particularistas.

El supuesto desarrollo por imitación del camino de los países europeos y EEUU en los últimos cuatrocientos o trescientos años, es imposible. Lo demostraron claramente hace tiempo autores como el marxista uruguayo Vivian Trías.

Ya no es posible una acumulación primitiva por explotación de las colonias y super-explotación del trabajo, como en la revolución industrial. Reformar la tenencia de la tierra ya no es desplazar al feudalismo, un modo de producción inferior; ahora hay que quebrar la concentración de la tierra en manos del agronegocio transnacional, imposible por simple competencia capitalista. Hoy el excedente económico se lo lleva el imperialismo que cuenta con el monopolio financiero, potencia militar, acceso a los recursos naturales, medios de comunicación, y tecnología. En vez de una burguesía autónoma como en el despegue capitalista en Europa, estas son subsidiarias del capitalismo globalizado, viven en sus intersticios, y no pueden ni buscan ser otra cosa.

¿Qué hace un gobierno como el del Frente Amplio? Si lo que busca es gestionar el capitalismo, asume la lógica capitalista. Sentado en el sillón, culo y cerebro se moldean.

¿Qué puede hacer un pequeño país capitalista, periferia de periferia, como Uruguay? Si salta del sartén cae en el fuego.

Cada vez que alguna crisis crea dificultades, el gobierno proclama que los capitales pueden venir aquí porque Uruguay se baja los lienzos; cada vez que algún otro gobierno de la región intenta siquiera un pequeño regateo o resistencia, acá salen de rompehuelgas a mostrar “responsabilidad”. Y anuncian que Uruguay está “blindado” y más aun, que saldrá beneficiado por las dificultades de los vecinos. Con el gorro en la mano, buscando monedas.

Pero termina pasando lo previsible para cualquiera menos este equipo económico. Las dificultades de la región rebotan sobre Uruguay, porque esos países son mercados de Uruguay, de allí vienen muchas de las inversiones de capital, las divisas, y son socios en obras de infraestructura. Es el dilema del prisionero. Si mandás en cana a tu cómplice, a lo mejor vos vas antes.

Entre servir al imperio o al sub-imperio, para algunos hay que “abrirse al mundo” a ver si así se venden servicios a los países centrales, y para otros es mejor vender en la región la idea de un puerto de aguas profundas entre todos. Todas opciones dentro del capitalismo, porque por algo están en el sillón.

Bascular entre Argentina y Brasil, en Uruguay es como venir a reinventar la rueda. Armar lío entre ellos para ver si pescamos algo, tal vez sea pan para hoy. Seguro es hambre para mañana. Porque cualquier imperio preferirá siempre arreglar con los más grandes, más de lo que pueda sacar de esta “tierra de ningún provecho”.

Un país inteligente no merece un gobierno estúpido. No es de extrañar que en tanta vuelta en el laberinto, alguno se moleste porque otro diga una simple verdad molesta.

En estas condiciones, en el contexto inamovible del capitalismo, ¿cuál de esas “dos velocidades” es la solución? Simple, ninguna.

*Desde Montevideo, especial para Desacato.info

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