A lição do 26


Por Robert Reyes Gilles.

Los venezolanos hemos dado una gran lección de civismo y de patriotismo. La jornada de ayer, 26 de septiembre, ha quedado registrada de manera memorable en nuestra historia. El pueblo venezolano ha hablado y su voluntad ha sellado de manera definitiva el camino de nuestra República. La generación de hoy ha dado nuevamente al futuro la esperanza misma que hace doscientos años se nos dio: la libertad. Esto muestra la madera de la que estamos hechos, sin duda alguna nosotros los venezolanos y las venezolanas no hemos eludido la responsabilidad que tenemos de cara las futuras generaciones, el coraje y la valentía de la autodeterminación se han impuesto.

Los niveles históricos de participación que ayer se registraron hablan de cómo los venezolanos hemos ido adquiriendo un nivel de conciencia más responsable. Este es el siglo, el tiempo, en que Venezuela asume su propio destino dejando de un lado los odios y la violencia.

Pero el camino no comienza ni termina, apenas continua. Llevamos doscientos años en este intento alucinante de ser “la más grande nación del universo, menos por su extensión y sus riquezas que por su libertad y su gloria”. Y es que la historia de un pueblo no culmina nunca, siempre las generaciones deberán continuarla, para bien o para mal, avanzando o retrocediendo.

Es una hora alegre, sosegada y gloriosa. Preñada de esperanzas y de fe para los que queremos vivir en una Venezuela libre, próspera y bajo el imperio de la ley. Parece que al fin empezamos a encontrar el camino del encuentro de nosotros mismos como pueblo, como nación. Aún cuando exista esa masa amorfa que se empeña en despertar los atavismos de violencia y de odios que han estado presentes desde siempre de manera minoritaria. Ellos han recibido una gran lección: a nada conduce el discurso de caos y anarquía. Nunca un país será construido por la vía del desorden, sólo el orden nuevo puede hacerlo. La incertidumbre, la ilegalidad, la violencia, el odio sin razón ni sentido y la arbitrariedad inmoral que algunas minorías pretenden seguir imponiendo los conducirá indefectiblemente a su muerte política, muerte que a mi juicio comenzó de manera definitiva ayer.

Apenas hemos dado un paso más. El resultado de estas elecciones no nos exime de nada, cada uno debe seguir asumiendo el papel que le corresponde. Sin vacilaciones. Sin cobardías. «Con el puño cerrado no podemos sembrar».

A decir del gran Benedetti: es la hora de saber quiénes somos. Tal vez ayer empezamos a descubrirlo.

No ha habido perdedores ni ganadores políticos, la “victoria solida” ha sido de toda la nación. Aunque debe reconocerse que también las cifras le han hablado al presidente Chávez. Aunque es apresurado y amarillista decirlo, creo que no se ha avanzado en nada. Que los ingentes esfuerzos que durante todo este año el Gobierno ha hecho para salvar su propio proceso han sido en vano. Primero porque –sigo recriminando esto- los llamados “cuadros políticos” que llevaron adelante la campaña electoral del PSUV no son tales cuadros, al contrario no son más que una cuerda de oportunistas que mantienen una fachada de país que en realidad no existe. Esta vez ha sido la derecha venezolana la que avanzó hacia esa gran batalla de 2012. Año que ya no se olfatea en este momento. Se debe repensar todo nuevamente: considero que el socialismo venezolano se acerca hacia un final definitivo. Y esta afirmación porque tal vez se ha olvidado que revolución no es solamente el «salto» de una sociedad a otra; si no que es también el conjunto de modalidades que permiten que un pueblo, que se ha abierto súbitamente gracias a la crisis del poder, libere todas las palabras que la revolución contiene, entre ellas reconocimiento y reconciliación, también diálogo.

Pero también, el juego sigue trancado. Los individuos que ahora han obtenido una mayoría electoral (la derecha) no ofrecen nada nuevo a nuestro país, al contrario sí ofrecen destruir la obra de gobierno de los últimos diez años. Sin advertir qué será de la persecución política que se podría desatar por los inmensos odios que en este lado del país se atrincheran. En fin…como dice Rosa Luxemburgo: la historia no va a facilitarnos la revolución. Además la esperanza exige más que un voto para convertirse en una realidad.

Nuestra democracia ha sido transformada, ya no es aquel sistema de gobierno y de participación inmóvil, condenado por la inercia y por la indiferencia. Ya no son los poderes políticos y económicos quienes deciden por nosotros. Ya la democracia venezolana no es una fachada, es la realidad concreta.

Hoy los venezolanos esperamos del mundo la solidaridad con nuestro proyecto, con nuestra decisión, con nuestros sueños.

Con Uslar Pietri, el celebérrimo escritor venezolano, les digo que caminemos sin miedo, el futuro y la suerte de nuestra nación han sido echados han sido quizá sellados, vayamos al encuentro de nuestro destino común, el mismo que hace doscientos años fue escrito, y hagámoslo «mano en la mano, hombro con hombro, sin vacilaciones, sin dudas, adelante, a la implantación del triunfo definitivo de la democracia venezolana contra todos sus enemigos, del color y de la especie que sean».

1 COMENTÁRIO

  1. Hola Robert, como estas? me parece un buen articulo, lleno de fuerza en cada letra, en cada parrafo. sigue asi para que logres tus sueños. para que los logres de verdad y no tengas que andar mintiendo sobre si ganaste o no un honoris causa en ciencias politicas en una universidad en paris… eres bueno escribiendo hermano, no tienes porque mentir. todo a su debido tiempo. un abrazo Gillesito.

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