A formiga e a cigarra


Una fábula al revés. Por Mein Liber.

Crecí escuchando hablar de una tal cigarra que salía cantando en el verano, mientras una tal hormiga juntaba comida para el invierno.

¡Tengo una nueva historia para contar hoy! Por eso, ¡saquen a los niños de la sala y tapen los oídos, fabs de Esopo! Para los Hijos de la Generación Coca-Cola y los admiradores del filósofo Renato Russo…

Era fin de primavera y Cigarra estaba aburrida de mirar a la Hormiga, para abajo y para arriba, cargando hojas para su casita.

“Que aburrido! – pensó la cigarra – debe haber algo bueno para hacer en esta floresta! La primavera ya está casi terminando, el verano se está aproximando…” Como toda cigarra que se estime, no tenia una morada fija. Eso no hacía de la cigarra un mal elemento o indigente. Su casa era ese enorme mundo azul donde brilla el cielo amarillo. Dicen las malas lenguas que fue ese simple insecto que insistió la cultura hippie… Pero esa es otra historia, que cuento otro dia…

El hecho es que la cigarra queria ganar la vida de forma honesta, pero no le gustaba tener patrón. La cooperativa de las hormigas era muy aburrida, todos los días los mismos trayectos, una dirección centralizadora en una reina… ¡Francamente, ese fordismo no combinaba con la esencia libre de la cigarra!

Aún en la adolescencia decidió que con ella sería diferente. Agarró su guitarra y ensayó los primeros acordes. Fue en ese dia en que su padre (el nada distinguido Señor Cigarrillo) la echó de casa. Con el cielo como techo, se puso a cantar y tocar sus músicas preferidas. ¡Fue ahí que descubrió su verdadero talento!

Pasaba por allí una distinguida hormiga, funcionaria de la cooperativa de las hormigas de una vida entera. Conocía el trayecto hormiguero –hojas verdes, hojas verdes – hormiguero como nadie. A veces por el camino casi se distraía con el rico olor de las frutas que caáin del árbol. Pero se acordaba de las órdenes de la reina y volvía a su recorrido. De lejos, observaba la cigarra el triste destino de la hormiga. Un día osó decir a la cigarra:

– ¡Hormiga! ¿Vas seguir cargando hojas de una lado para el otro? Pronto el invierno llegará y no habrás aprovechado nada del calor.

El pobre insecto no le daba importancia a los sabios consejos de Doña Cigarra. Antes, apuraba sus pequeños pasitos, para realizar con mayor destreza a su tarea. No podria ser interrumpida por las ideas revolucionarias de la rebelde cigarra.

Las hojas secas apuntaban la chegada del otoño. Hora propicia para una hormiga confirmar su stock. Época perfecta para la cigarra lanzar su primer CD. Y fue lo que ocurrió, simultáneamente. Mientras la hormiga contaba cada hojita y separaba las más verdes para el fin del invierno, la cigarra acertaba los últimos ajustes de su grabación.

El invierno llegó y la hormiga dio entrada en su jubilación de 520 hojas mensales. Se sentía frustrada por haber contribuído con su trabajo de toda su vida y murió de disgusto en un depósito lleno de comida para suplir las necesidades de su reina. Ya la cigarra, tuvo gran éxito en la música internacional, tocando en las listas de éxitos de las principales radios florestales del planeta. Sufrió decepciones, superó algunas, ignoró otras y en una noche de verano murió feliz y haciendo lo que más le gustaba. Murió cantando, como sucede con todas las cigarras.

Moral de la historia: un artista no puede ser estigmatizado como un vagabundo solo porque su trabajo no es convencional. Quien no cuestiona la mayoría, abre mano de dos cosas indispensables para su relacionamiento consigo mismo: su opinión y sus sueños. ¡Arriesgar es preciso pues su mayor limitador es el conformismo con la sobrevivencia!

(Mein Lieber, madrugada de 16 de julio de 2011)

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